sábado, 7 de abril de 2018

2.4 Reflexión tras el bloque 2

Tras haber revisado los contenidos del bloque 2 y haber realizado las tareas del mismo, han cambiado algunas concepciones previas que tenía y se han reafirmado otras.

Sin duda, estoy de acuerdo en que la educación del gusto de los niños es importante, siempre que nos refiramos a que provoquemos que prueben una variedad de alimentos y que estos despierten en ellos distintos tipos de sensaciones, que pueden ir desde la apetencia hasta el rechazo, porque no tiene por qué gustarnos todo, como es evidente. Así evitaremos con mucha probabilidad esas situaciones tan llamativamente habituales de niños en la pubertad que prácticamente no han probado el pescado, ni recuerdan a qué sabe, porque lo rechazan de antemano por algún extraño trauma autoinducido.

Particularmente, me molesta el manido consejo de que "hay que comer de todo con moderación y sentido común". Esto no tiene en absoluto ningún sentido común, porque no creo que comer patatas fritas una vez al mes "haya que hacerlo". Por lo tanto, no "hay que". Si acaso, "puedes comer alguna vez de vez en cuando sin temor a perjudicar tu salud".

 Creo que habría que revisar los mensajes que se emiten desde estamentos que teóricamente deben evitar el sesgo y regirse por la certeza científica en pos de la salud de las sociedades. El tema de las recomendaciones "moderadas" de consumo de alcohol, por ejemplo, me indigna sobremanera y no parece fácil de revertir con todos esos intereses pasando la mano por el hombro a sospechosas sociedades médicas surgidas de la necesidad de ellos mismos y que se organizan alrededor del productor de vino o de cerveza, realizando supuestos estudios científicos con el Quimicefa y en el salón de su casa.

Respecto al etiquetado de los alimentos, parece que se avanza poco a poco hacia una mayor claridad en el mismo, pero cualquier medida que suponga facilitar información nutricional al consumidor hay que pelearla y negociarla demasiado con las marcas, en mi opinión. El uso abusivo de azúcar, grasas trans y sal en los alimentos procesados es evidente y creo que será la concienciación del consumidor con la ayuda de las advertencias de la etiqueta la que hará que los productores comiencen a investigar mejores maneras de elaborar sus productos.

En ese sentido, la educación alimentaria y de consumo de los alumnos es fundamental. De alguna manera, ellos pueden hacer llegar el mensaje al conjunto de las familias y sin duda que pueden tener la fuerza necesaria como para cambiar los hábitos de consumo de su núcleo. Sin embargo, es una labor a largo plazo y no creo que pueda alcanzar el éxito si no hay un cambio global legislativo, institucional, publicitario y social.

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